Calle.

Alguien que cierra una puerta.
Un auto verde mal estacionado y la chica escribiéndole una multa. Bocinazos, un grito y un motor que apura un lamento.
Un perro que mea la pared y deja una mancha que se convierte en un charco amarillento desarmándose a mis pies.
La señora con la bolsa de los mandados que conversa con otra de ruleros y pañuelo. Están caros los tomates.
Un adolescente que se condena a la sordera con la cumbia que llega también a mis oídos desde sus auriculares.
Una pareja de la mano y él que se da vuelta para mirar el culo de una promotora mientras ella observa una vidriera.
Un chico que escupe, un viejo con el diaro bajo el brazo y gorriones que dan pequeños saltos.
El sol del mediodía quema las pieles, varios miran sus relojes y se cruzan a la vereda de la sombra.
Entonces, llega el viento. Se pasea un rato entre nosotros, y, después, empieza a hacer volar los papeles.