Mi mejor recuerdo

Para que no me olvides, decidí regalarte el más hermosos de todos los recuerdos.
Por eso, durante varias noches busqué el lugar en el estaba escondido un viejo mapa, donde se dibujaba el camino correcto. Cuando lo encontré, a pesar de la lluvia, salí apurada para poder llegar antes de que te fueras. No importaron mis cuidados, el agua mojó el papel que empezó a despedazarse entre mis dedos y el viento se encargó de hacer volar la última parte sana. De todas formas seguí, aunque los dioses me amenazaban desde el cielo y la noche se hacía cada vez más noche. Caminé sin pausa mientras mis pies se hundían en el barro y las agujas del frío me lastimaban con pinchazos invisibles. Más tarde, me arrastré por las sombras, intentando esconderme del sol quemando desde arriba. Corrí una carrera imposible con el tiempo y los fantasmas de amaneceres templados.
Pero pude llegar antes de tu partida.
Cansada, sin tiempo de arreglar mis ropas, corrí a tu lado a entregarte el regalo:un pequeño atado, mi mejor recuerdo envuelto en las hojas más verdes y suaves que pude encontrar en el camino. Me abrazaste, y, sonriendo, dijiste gracias. Hablaste de todo lo maravilloso que más allá te esperaba, de nombres desconocidos y un cielo de estrellas diferentes. Levantaste tus cosas y, sin mirar hacia atrás, empezaste tu camino.
Te observé, cada vez más lejos, hasta que sólo eras un punto al final del camino y te tragó el horizonte.
Entonces miré hacia mis pies, y ví allí tirado el pequeño atado de las hojas más verdes y suaves.
Mi mejor recuerdo había quedado olvidado.